ARIEL AMOR

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Érase una vez, en una galaxia muy lejana y fría vivía Ariel, un monstruo grande y peludo que tenía tanto amor en su interior que iba soltándolo durante todo el día.

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Según salía por la mañana a pasear, a cualquier robot, monstruo o trol que veía le daba un abrazo o un beso, y siempre acompañado de una gran sonrisa. A la gente le encantaba encontrarse a Ariel, les ponía contentos para el resto del día.

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El amor de Ariel se hizo tan conocido que se comentaba por toda la galaxia.

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Un día llegó a oídos del cartero de un planeta de Andrómeda que había un monstruo en la galaxia que besaba y abrazaba a todo aquel que veía, y él quiso hacer lo mismo ¡Qué gran idea! Iba a intentar hacer felices al resto de habitantes de su planeta. Además, como era el cartero, vería a un montón de gente mientras trabajaba. 

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Al día siguiente Alex, el cartero, bajó de su casa y lo primero que vio fue al trol Armando. Se puso delante de él e intentó abrir los brazos para darle un gran abrazo, pero algo raro estaba pasando, no podía. Armando no entendía nada de lo que pasaba. Había alguien delante de él, quieto, inmóvil. Así que cómo no sucedía nada le dijo adiós y siguió su camino.

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Alex no sabía por qué no era capaz de dar amor y abrazos, así que decidió ir a buscar a Ariel Amoroso a su planeta. Después de preguntar a un montón de gente y buscar mucho, por fin lo encontró. En cuanto le vio lo supo: Todo su cuerpo desprendía felicidad, su cara transmitía alegría… Se cruzó en su camino y Ariel lo abrazó. ¡Qué sensación tan agradable estaba sintiendo! Alex no quería que se terminase nunca. No había sentido nada parecido en su vida. Cuando Ariel lo soltó vio que a Alex se le escapaba una lágrima, lágrimas de felicidad. Entonces, Alex le contó por qué estaba allí, todo el camino que había recorrido y cuál era su problema. 

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Ariel decidió ayudarlo, ya que le pareció que era un gesto muy bonito: ¡querer hacer felices a otros seres! El entrenamiento para el habitante de aquel planeta de Andrómeda fue muy duro, ya que no era capaz de vencer el bloqueo mental del cariño, pero como iba recibiendo tanto amor, poco a poco él podía ir correspondiendo con algo.  

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De repente, un día, salieron a practicar por la calle. Alex, temeroso de no poder hacerlo estaba temblando. En ese momento, su compañero le agarró de la mano y le sonrió. Ese detalle le dio toda la confianza que necesitaba; sonrió de oreja a oreja y se paró delante del primer habitante de ese planeta que vio. Extendió sus brazos y abrazó a ese ser. Se quedaron abrazados un buen rato, ya que Alex no quería soltar, no quería que pasara ese momento tan mágico. Cuando soltó al monstruo, éste lo miró, le sonrió y le dio las gracias. 

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En ese momento empezó a abrazar a todo aquel que se cruzaba en su camino, estaba feliz, era capaz de hacer sentir amor a los que le rodeaban. Fue un gran día para él. Ese día supo que ya estaba preparado para volver a casa y cumplir con su cometido en su planeta, no sin saber que iba a echar de menos a su gran amigo Ariel, que tanta felicidad le había traído.